TEXTO DE MARTA TAPIAS MERINO

Terapeuta y Maestra de Reiki

Duele. El mal de amores hace sufrir. A veces hice daño y a veces me lo hicieron. Me habría encantado ser practicante de Reiki en todos esos momentos vitales. Tanto para evitar hacer daño como para evitar sufrir. No fue así. Lo que viví, en ocasiones me dejó el corazón en carne viva. Y el dolor que provoqué tampoco fue pequeño. En mi presente, como Maestra de Reiki, agradezco el aprendizaje y la sanación. Está bien así. Fue como tenía que ser. 

El Reiki ayuda a ser consciente de los porqués. Entenderlos es necesario para sanar, perdonar y perdonarse, integrar el aprendizaje y avanzar. El Reiki ha sido de una ayuda inestimable para encontrar en mi interior lo que en su momento desencadenó las situaciones que viví. 

Con el Reiki aprendes que el desequilibrio siempre está en uno mismo. El motivo de pasar por determinadas vivencias está siempre en nuestro interior. Es lo que atraemos. No es que la vida nos trate mal, que tengamos mala o buena suerte en amor o que parezca que siempre demos con el determinado tipo de persona con esa habilidad específica de hacernos daño de la manera más eficaz. O, al contrario, ser incapaces de enamorarnos y comprometernos y abandonar con el corazón herido a las almas con las que nos cruzamos. El objetivo de vivir ciertas experiencias es el aprendizaje y la sanación. Porque estamos en este mundo para aprender y evolucionar. 

Estar en pareja es el equivalente a estudiar un máster en autoconocimiento. Las parejas actúan como espejos de las carencias, miedos, heridas, apegos, roles, máscaras, traumas de la infancia… la lista es larga. Las emociones que provocan son los síntomas de lo que hay que sanar en el interior de uno mismo. Por eso, cada pareja es un mundo.. Cada uno de los integrantes funciona distinto a partir de sus propias vivencias. 

El pequeño desorden que genera incomodidad en una persona, en otra es sinónimo de hogar acogedor. Ese rechazo al desorden podría tener origen en una personalidad muy perfeccionista. Una de mis parejas en su infancia vivió un amor familiar condicionado a cumplir con las tareas, el orden y la limpieza. Chocar con alguien que no ha vivido esta circunstancia es un reto tal y como a mí me ocurre. En el día a día, los objetos fuera de mi sitio me dan la oportunidad de sanar y equilibrar. Tener derecho a un espacio personal emocional y físico en el que poder desordenar, crear y vivir libremente es mi reto.

Se abren dos caminos. El practicante de Reiki busca en el origen de esa incomodidad, sacar de debajo de la alfombra de su ser la situación que provoca esa reacción. Lo sana y avanza. A oscuras, sin el Reiki, las discusiones en la pareja harán la convivencia cada vez más difícil. Si no aprende, ese conflicto le acompañará con otras parejas, en otras circunstancias. Si no aprendo, no dispondré del espacio necesario para vivir cómodamente y mis sucesivas parejas y situaciones me avasallarán. La vida es generosa en oportunidades y creativa en la forma en la que las ofrece. 

Por eso se repite siempre el mismo modelo de comportamiento en las parejas que encontramos a lo largo de la vida. Distintas caras, distintos momentos vitales, pero patrones de comportamientos similares. La vida se confabulará para que encuentres el amor, o más bien el desamor, en la persona perfecta para mostrarte los conflictos internos pendientes de sanar. Y la consecuencia es un ciclo de amor y desamor que puede desencadenar rechazo y soledad, en otras ocasiones le lleva a uno a adicciones para no sentir o, a la larga, enfermedades. Porque lo que no sanamos en nuestras emociones termina por aterrizar en nuestro cuerpo físico en forma de enfermedad.

Podría contar cómo aprendí a valorarme, cómo me di cuenta de que dejar ir a una persona es un acto de dolorosa bondad hacia uno mismo y hacia el otro, cómo aprendí a agradecer el no haber vivido determinadas situaciones, cómo agradecí aprender a poner límites cuando me avasallaron, cómo aprendí que quererme a mí misma era la clave para atraer un amor basado en el respeto y la confianza y no en el miedo. Dejar ir es lo más difícil, ya sea un sentimiento o una persona. Renunciar y reconocer el fracaso o la imposibilidad, enfrentarse a la mente que, con su miedo a la soledad, a la carencia, al dolor, se empeña en salvar una circunstancia. 

El Reiki ayuda a poner en paz lo vivido y a aprender de esas experiencias. La Terapia de Reiki y los Cursos de Reiki cambiaron mi vida a mejor. Te animo a que los pruebes si no conoces el Reiki y a avanzar si ya estás en este camino con un buen Terapeuta y Maestro/a de Reiki que te ayude a ver lo que está en tu interior y todavía no has visto. El Reiki ayuda a averiguar los porqués para entender de dónde viene la herida que hace pasar una y otra vez por el mismo tipo de pareja o de vivencia. Y a sanar desde el interior para que la próxima vez que el corazón se abra a amar sea la experiencia maravillosa destinada a ser: un espejo que devuelva amor y no la herida sin sanar.