EL AUTORRETRATO COMO TERAPIA

Empuñé la réflex para reflejar las emociones que sentía asociadas al maltrato que vivía

TEXTO DE LAURA DE FRUTOS MARTÍNEZ

Laura de Frutos Martínez

Consultante y Practicante de Reiki


Desde que tengo recuerdos nunca me gustó salir en las fotografías familiares, pero sí me llamaba la atención hacerlas yo. Cuando terminé el instituto mis padres me regalaron mi primera cámara réflex y, a partir de entonces, fue un no parar: cursos, revistas, compras de objetivos… Me encantaba captar sutiles gestos que dieran todo el significado a la fotografía. Pero seguí sin querer ponerme delante del objetivo.


A los años me casé y, en poco tiempo, tuve tres hijos. Ellos eran lo único que veía a través de mi objetivo.

Mi marido tenía un negocio de cara al público. Cuando llegaba a casa era tarde. Yo vivía estresada: trabajaba hasta la tarde, después recogía a los niños de la guarde, del cole, extraescolares, deberes, tareas domésticas, duchas, cenas, comida del día siguiente, etc. Cuando él llegaba ya estaban los niños en la cama y, a veces, yo dormida en la cama del pequeño agotada.


Cuando me despertaba, iba al salón y la cena que había dejado para los dos se la había comido toda. Así día tras día. Tenía la sensación de que yo no le importaba nada. Su ignorancia era cada vez mayor. A veces, quería hablar con él, pues no entendía qué estaba sucediendo. Pero su actitud era pasiva e inmutable. Ni me miraba. Era como estar hablando con la pared.


Comenzó a beber y según pasaban los días, cada vez bebía más. Ocultaba las botellas, aunque el olor a anís le delataba saliendo por los poros de su piel. Se fue volviendo cada vez más agresivo. Pasó de la ignorancia al ataque. Cada vez que yo hablaba me mandaba callar y a veces... comencé a pasar miedo. Estaba perdida, no sabía lo que pasaba, quería ayudarle. Él no era así. Me puse en contacto con el CAF (Centro de Atención a las Familias) para que le ayudaran. Tras una larga conversación por teléfono decidieron citarme primero a mí con la psicóloga. Esa cita fue muy dura. Fue la primera vez que escuché la palabra maltrato dirigida a mí. Al salir me senté dentro del coche y estuve casi una hora sin poder ponerme en marcha. Me sentía desorientada, triste, frustrada y culpable por haber contado cosas “malas” de él. ¿Qué está pasando?, me preguntaba. ¿Por qué intentan convencerme de que mi marido me maltrata? A la siguiente cita pensé muchísimo en ir, pero algo me dijo que era lo que debía hacer. En esa cita me derivaron a un centro de mujeres. Resulta que todo lo que me sucedía tenía nombre: MALTRATO, en cualquiera de sus formas.


La situación en casa ya era incontrolable. Cuando comenzó a hablar mal a mis hijos, fue la gota que colmó el vaso. Me asesoré con un abogado y me armé de fuerza decidiendo pedirle el divorcio. En contra de mi corazón. Sentí que moría. El dolor emocional y psicológico era tan fuerte, que dolía físicamente. No podía comer, dejar de llorar, respirar… andaba como un zombi sin rumbo.


Fue entonces, cuando comencé a empuñar la réflex. Esta vez para hacer autorretratos espontáneos de las emociones que sentía en ese momento. Sin saberlo, eran parte de mi terapia. Por ello ahora creo que ha llegado de compartir algunas con la intención de poder ayudar a otras personas que se vean solas y perdidas como lo estuve yo. Porque perdí el propósito de mi vida. Pensaba que para qué continuar.


Un día, trasteando por YouTube me apareció un video de Reiki y empecé a cotillear. Cuando me quise dar cuenta estaba sentada en la escuela de David “Maestría Reiki”.


Gracias a los cursos y a la terapia con mi Maestro David, he retomado el camino a mi sanación. En algunos momentos con las clases o voluntariados de Reiki he vuelto a sentir una gratitud y felicidad plena que no pensaba volver a ser capaz de sentir. Conectando con mi luz y amor propios para ayudarme a mí misma y a los demás. Actualmente estoy cursando el Nivel 3 de Reiki y, aunque sé que aún me queda mucho camino, al menos, de lo que estoy segura, es que tengo un camino.


A veces nos sentimos tan sol@s en el dolor y no nos damos cuenta de que tod@s de alguna manera estamos conectados con él.


Por ello, si alguna vez, os sentís perdid@s, buscar en vuestro interior la luz del amor propio. Y, si es con Reiki, seguro os reencontraréis en el camino. Y si no lo hay, es ahora el momento de construirlo.


PD:  Quería agradecer a David la oportunidad de compartir un pedacito de mi historia.


Quizás sea el día en que tú lo leas y te sientas identificad@.