TEXTO DE MARÍA TERESA NÚÑEZ DE ARENAS AGUIRRE

Terapeuta y Maestra de Reiki

Cuando pienso en mí, en mi niña interior, veo a esa niña que vivió sus primeras experiencias de vida con toda su inocencia y alegría, pero también con sus heridas y sus carencias, esa que guarda recuerdos, emociones y patrones, que hoy me hacen ser quien soy: cómo me siento, cómo me relaciono y por qué tengo miedos e inseguridades. Porque no importa cuántos años tengamos, esa niña sigue ahí en silencio, muchas veces quizá demasiados, pero siempre presente. Esa niña que quería amor sin condiciones, que era soñadora, que se ilusionaba con cualquier cosa o en cualquier momento, pero también la que quizás tuvo que crecer demasiado rápido.

En este proceso de ver a mi niña interior, de ver qué necesita, qué le gusta hacer, cómo se siente segura, cómo le gusta divertirse, me he dado cuenta de que nacemos siendo un lienzo en blanco donde toda nuestra historia está por escribir y esa historia es la que nos va a afectar en nuestra parte adulta, porque al final somos el resultado de nuestra infancia y de nuestra adolescencia. Por eso es tan importante mirar hacia dentro sin tratar de culpar a quien no lo supo hacer mejor, porque ellos lo hicieron como mejor sabían. Esa niña era la que esperaba un abrazo, una sonrisa o simplemente ser vista. Lógicamente cuando somos adultos afrontamos las cosas con más capacidad que de niños, como pueden ser situaciones que vivimos o emociones.

Es ahí donde aparece nuestra niña interior, esa niña interior que define cómo soy yo ahora de adulta.

Cuando crecemos creemos que esa niña ya no existe, que es algo del pasado y nos olvidamos de lo que queremos, de lo que nos gusta, de las cosas con las que disfrutamos, sin pararnos a mirarnos hacia dentro para poder volver a conectar con esa niña que tan feliz era, incluso con sus heridas o sus carencias. Últimamente he pensado mucho en mi niña interior, aunque a veces se me olvide que existe y no siempre la escuche. La verdad a veces me cuesta ser amable con ella.

Yo recuerdo ser una niña alegre, divertida, muy imaginativa que disfrutaba mucho jugando con mis muñecas, mis mariquitas (recortables de papel que aún guardo con mucho cariño). Me encantaba pintar, escribir poesía, hacer teatro con mi grupo de amigas… ¿En qué momento dejamos de escuchar a nuestra niña interior? Esa niña no se ha perdido, siempre ha estado ahí, pero no le prestamos atención, no le hablamos con cariño, nos olvidamos de lo que un día nos hizo ser felices. A veces dejamos de escucharla porque las situaciones de vida nos piden que maduremos, que asumamos responsabilidades demasiado pronto (como cuidar a nuestros hermanos pequeños), a comportarnos como adultos.

Pero esa niña nunca se va, simplemente se esconde esperando que algún día le volvamos a prestar atención, porque esa niña sigue viviendo dentro de nosotros, solo necesita preguntarle desde el corazón cómo está, preguntarle qué le gustaba hacer, si pintar, jugar, bailar, para luego hacerlo sin importar que lo hagamos bien o no, solo disfrutar como lo hacíamos antes. Yo estoy en ese proceso, aprendiendo a reencontrarme conmigo misma ahora que soy adulta y a veces me siento perdida, sin tener todas las respuestas que quisiera, pero si tengo algo que antes no sabía que tenía y son ganas de cuidarme, de cuidar a mi niña interior y ahí ves a una niña con alegría, ternura, libertad, amor y paz interior, que ahora se siente segura al darte cuenta de que no hay que buscar nada fuera, la salida es hacia dentro.