TEXTO DE DAVID BLÁZQUEZ LEÓN

Director y Editor de la revista  The Gassho Magazine

Las historias se repiten hasta que no se ponen en paz y se aprenden de ellas. Muy a pesar mío y de forma injusta, he sido el malo de la película en mis relaciones de pareja. En todas, por asignación, cargándome con una responsabilidad que no me correspondía: hacerlas feliz. La culpa que sentí durante tanto tiempo no nació en mi primera relación de pareja, sino antes con mi madre, que fue mi primer amor. Desde niño me transmitió una gran cantidad de mensajes que arraigaron en mi interior sobre cómo tenía que ser y cómo tenía que comportarme. Así fue creciendo en mí un niño bueno, retraído, complaciente, servicial, dador, con muchos miedos, que no daba guerra, pacífico, callado, dispuesto siempre a ayudar y que hacía las cosas de forma perfecta. Esa era la receta para obtener el amor de mi madre y que ella fuera feliz. 

De adolescente y de adulto fui -de forma inconsciente- exactamente igual con mis parejas. El problema estaba cuando por parte de ellas recibía mensajes de desaprobación, de queja, con exigencias, represalias y castigos. Me sentía estar fallándolas. Todo lo que hacía nunca era suficiente para que ellas me quisieran. Mi reacción era dar y hacer más aún, postergándome, rebajándome y abandonándome, con tal de obtener algo de amor. La culpa pesaba en mí más que la dignidad, que evidentemente no existía. Los roles, comportamientos y máscaras que había asumido se agudizaban hasta el punto de desdibujar quien yo era realmente, alienarme, dañarme y provocarme un sinfín de dolores, emociones, quebraderos de cabeza, incluso enfermedades. No entendía cómo siendo tan bueno y generoso, no era correspondido con amor, y para colmo me hacían sentir como el malo de la película. La mente cortocircuita, no entiende en qué he fallado y cómo lo puede solucionar, porque el resultado seguía repitiéndose en cada historia y relación.



El Reiki llegó a mí para dar Luz a toda esta historia, ser consciente de todo lo ocurrido, me ayudó a armar bien el puzle, ordenarlo y entender que la causa origen estaba en mi más tierna infancia, no en mis relaciones de pareja. El Reiki me dio la herramienta para ir transformando, calmando y renovando todo mi interior. Pude trabajar mis carencias, vacíos, decepciones y rechazos amorosos, para quedar en paz. Así fue como después empecé a nutrirme y amarme de verdad, la clave para dejar de ser dependiente del amor de cualquier pareja, a las que había depositado mi bienestar y felicidad, una carga que tampoco les correspondía llevar. El Reiki me ayudó también a liberar todos esos patrones de complacencia interesada que me impedían sacar mi verdadero ser, pudiendo por fin sentirme libre, sin miedo a represalias. La culpa se desvaneció por fin para que mi ser auténtico emergiera de las profundidades. Ahora soy como soy, digan lo que digan los demás.