«QUÉ INÚTIL ERES» «NO VAS A SER NADIE EN LA VIDA»

Editorial sobre la comida del número 3 de la revista The Gassho Magazine

TEXTO DE DAVID BLÁZQUEZ LEÓN

Teresa Núñez de Arenas Aguirre

Director de la revista The Gassho Magazine


Seguramente habrás oído alguna vez que el estómago es el segundo cerebro del ser humano. Después de tantos años como Terapeuta, me atrevería a decir que realmente es el primero, puesto que un niño o una niña no tiene todavía el cerebro desarrollado. Sus mecanismos de defensa, conciencia y entendimiento ante aquello que ven, oyen y reciben por los cinco sentidos no son suficientes para asimilar lo que pasa. Va directamente al inconsciente. Al ser dependientes son esponjas, fácilmente influenciables o moldeables a imagen y semejanza de aquellos que están a su cargo. Todo lo que consumen o se les transmite, procedente de sus seres queridos, familiares, educadores, amistades y entorno más cercano, se almacena en su estómago.


No es la comida el alimento en sí, sino los mensajes que una persona recibe a lo largo de su vida y más concretamente en su infancia, esos que traga y se quedan grabados en el estómago como creencias, mandatos, exigencias, carencias, gustos, responsabilidades, prohibiciones, tareas, limitaciones, comportamientos, imposiciones, roles, miedos, inseguridades, rechazos, nervios, presiones, ansiedades, traumas, obligaciones y más. 


Me estoy refiriendo a tantos y tantos mensajes del tipo: «Qué inútil eres». «No vas a ser nadie en la vida». «Cállate que están hablando los mayores». «Tráemelo y haz algo por tu padre». «La vida es dura y tienes que luchar». «Cuando seas mayor me vas a cuidar». «Si no te portas bien no te voy a querer». «Eres un demonio». «Vigila a tu hermano». «Solo me haces sufrir». «Tú haces lo que yo diga y punto». «Vete a cazar con tu abuelo». «Deja de jugar y ven aquí». «No se hace así burro». «Castigado a tu habitación sin salir». «Deja eso y pon la mesa». «Los hombres no lloran». «Compórtate como una señorita». «No puedo más contigo». «Das mucha guerra». «Tú en el colegio pega». «Vestida así no puedes salir». «Qué harta me tienes». «Eres una guarra». Podría seguir… Es más, seguro que se te ocurren más a ti que a mí.


El estómago es una auténtica lavadora. Para muchos una lavadora de las antiguas, que constantemente hace ruido y se mueve sin parar. Su función es la de digerir aquello que ha tragado, es decir, los mensajes recibidos que tanto duelen. Del estómago vienen las náuseas, los vómitos, los dolores, la hinchazón, la indigestión, los ardores, las úlceras, las intolerancias, la acidez, el reflujo gastroesofágico, la gastritis, la anorexia, la bulimia, el sobrepeso... Las reacciones del cuerpo son las respuestas de esa niña o niño que hay en tu interior ante lo que ha recibido en contra de su voluntad, porque en la infancia las cosas vienen impuestas, no se pueden elegir. Se aman o se rechazan.


El problema viene después en la fase adulta. La gente intenta calmar su estómago con actividades compulsivas que se convierten en adicciones obsesivas como el juego, el trabajo, el deporte, la tecnología, los libros, la comida, el sexo, el coleccionismo, los hobbies o las compras. En otras ocasiones se nutren de sus seres queridos, sobre todo de parejas e hijos, donde se ponen de manifiesto todos esos miedos, creencias, comportamientos y roles que llevan dentro. Como dice Natalia Lafourcade en su canción: «Nunca es suficiente para mí. Porque siempre quiero más de ti. No ha cambiado nada mi sentir. Aunque me haces mal, te quiero aquí». La necesidad hacia determinadas cosas o personas es dependencia. La persona adulta sigue siendo ese niño o esa niña dependiente del amor -que tuvo o que no tuvo- de sus padres. Ahora busca el amor de forma inconsciente en sus seres queridos, con los que se relaciona, en las cosas que hace o consume... Desgloso para que me entiendas lo que realmente quiere: protección, seguridad, cuidado, confianza, atención, cercanía, respeto, cariño, relajación, validación, aprobación, fidelidad, premio, reconocimiento, tranquilidad, descanso, diversión, placer, libertad y más. 


Todo esto es lo que trabajo en mi consulta terapéutica con las personas que atiendo, ayudándolas a visibilizar sus comportamientos, con el objetivo de llevar a cabo un trabajo interior consciente, dejar de ser dependientes y empezar a amarse, atendiendo a su niño o niña interior apropiadamente. Es entonces cuando el estómago se calma.

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