TEXTO DE DAVID BLÁZQUEZ LEÓN

Director y Editor de la revista  The Gassho Magazine

Recuerdo cuando de adulto me preguntaron por vez primera cómo había sido mi infancia, yo respondí totalmente convencido: «He sido el niño más feliz del mundo». El zasca que vino a continuación sigue resonando en mis oídos: «Tienes que empezar a recordar. Se nota que has olvidado muy bien». La respuesta procedía de una terapeuta, como no podía ser de otra forma. No podía imaginarme en esos momentos que un día iba a ser yo el terapeuta y otros los que me plagiaran la frase.

Con los años, fui poco a poco siendo consciente de todo lo que había vivido en mi infancia y las consecuencias de haberlo olvidado. El cuerpo se queja con dolores y enfermedades lo que el niño llora. No todo había sido de color de rosa. También había muchas heridas, carencias, traumas, miedos, maltratos, imposiciones, abusos... Lo peor vino al ser adulto. Me olvidé por completo del niño que había sido. Lo enterré. Dejé de jugar y de hacer todo aquello que me hacía feliz, para intentar llenarlo con cosas de adultos, esas que producen frustraciones, quebraderos de cabeza, adicciones y sufrimientos. El problema era que el amor que había tenido de pequeño había sido procedente de mis familiares y amigos. Era dependiente. Nadie me había enseñado a amarme. Así seguí de adulto buscando ese amor en otros para que me lo dieran, haciendo de todo para conseguirlo, incluso rebajarme, postergarme, humillarme, maltratarme, venderme…

Trabajar el/la niño/a interior es un proceso que dura años, incluso, me atrevería a decir, que a veces toda una vida. A mi Terapia de Reiki, que incluye la sesión de Reiki, la conversación posterior, las pautas y el seguimiento fuera de consulta, vienen las personas durante meses (al menos una vez al mes) para adquirir el hábito de mirarse interiormente, de desidentificarse de lo que se siente, de obtener respuestas, de poner en paz lo que duele, de hacer cambios en su vida, de lograr una conciencia más elevada para luego continuar cada uno en solitario su proceso de amor propio y crecimiento, atendiendo apropiadamente a su niño/a. Así se obtienen resultados.

Son tantas y tantas cosas que nos han marcado, que nos han condicionado, que nos han privado de ser como realmente somos, que el proceso de autosanación no se hace rápido. Como terapeuta soy muy cuidadoso con los tiempos de cada persona, no abro nada que uno no esté preparado para abordar, trabajar y sanar interiormente. No hay dos procesos del niño/a interior iguales. El tratamiento es suave y amoroso, está personalizado y el acompañamiento terapéutico es clave para ser guiado/a y no desbordarte. Podrás armar el puzle de tu vida, desaprender, liberarte, volver a tu verdadera esencia. Aprenderás a amarte sin dependencias, a estar solo/a y en compañía de otros, sin rechazos, a gusto, en armonía, en paz, con salud y bienestar, permitiendo que tu niño/a interior aflore en tu vida adulta de forma segura, espontánea, sin miedo a las represalias, disfrutando el camino de la vida. Todavía estás a tiempo. Integra, atiende y sana a tu niño/a interior. Es quien tiene la llave para volver a ser feliz.