TEXTO DE MARTA TAPIAS MERINO

Terapeuta y Maestra de Reiki

La niña baja los ojos, llenos de lágrimas, mientras le enseña a su madre una hoja arrugada llena de correcciones en rojo. Ha suspendido el examen de sumas:

— No te preocupes. Sé que te has esforzado mucho. Estás aprendiendo y no pasa nada porque te equivoques. Eres muy inteligente y eres capaz de hacerlo. Lo conseguirás.

La mamá abraza con ternura a su hija, que suspira como si le hubieran quitado un peso que oprimía su pecho y su garganta. Yergue los hombros antes encogidos. Su madre cree que es inteligente. Será capaz de hacerlo. En el próximo examen sacará un 10 o, al menos, estudiará para sacar un 10. Y si vuelve a equivocarse, su madre la querrá igual porque lo importante es ella y no el resultado de su esfuerzo.

Lo que su madre le dice se cumple. Es real. Esa niña aprendió a hacer bien las sumas porque ha escuchado lo que necesitaba para crecer: eres capaz de hacerlo. Será la mejor versión de sí misma porque se sabe capaz. Lo ha escuchado de una de sus personas de referencia, su madre. Así es y así será.

Pero podría haber escuchado algo muy distinto: «eres un desastre con las matemáticas, como tu padre y como tu abuelo… se les daban fatal. Y tú eres igual que ellos. En la familia de tu padre nadie ha sido buen estudiante y de tal palo, tal astilla. Terminarás como ellos, trabajando de cualquier cosa o en el paro».

A lo largo de la vida se escuchan todo tipo de sentencias. Algunas logran que la persona se sienta amada, valorada y respetada. Otras tienen el peso de una condena: reprimen, desprecian, juzgan, limitan, incapacitan, traicionan, castigan, acosan, transmiten miedos, imponen máscaras. Las primeras constituyen cimientos sólidos sobre los que se construye la persona. Las segundas agrietan su estructura. Y es que la palabra tiene un gran poder.

¿QUÉ TIPO DE MENSAJES EMITIMOS?

Antes de dejar que un torrente de maldiciones escape de nuestra boca o de nuestra mente hacia los demás o hacia nosotros mismos, hay que reflexionar sobre la causa de esa reacción. El Reiki ayuda a averiguar los porqués. El porqué de criticar a una persona, el porqué de mentir, el porqué de ocultar, el porqué de no hablar de ciertas cosas, el porqué de reprimir lo que siento, el porqué del miedo a ser uno/a mismo/a, el porqué de silenciar a alguien, el porqué de complacer en detrimento de los propios deseos y necesidades, el porqué de los mensajes autodestructivos…

Desentramar los porqués y tomar conciencia sus causas es un trabajo interior que merece la pena realizar porque la expresión de lo que se siente es fundamental para ser. Al indagar sobre las causas de estas reacciones, se llega a la herida, a la circunstancia que explica cada uno de esos porqués.

Hay que entender que las personas que han lanzado los mensajes que nos han herido también son fruto de lo que ellos mismos han vivido. A veces, son nuestros seres queridos. Desde el amor, se comenten errores por simple desconocimiento. El origen suele estar en la infancia. Es revelador cómo los mensajes que recibimos durante la niñez se repiten, como si nos persiguieran, durante nuestra vida. En mi caso, la timidez, la falta de voz, la dificultad para expresar lo que realmente quería me llevó a encontrarme una y otra vez con personas que no respetaban mis deseaos, necesidades o sentimientos. La renuncia, el sacrificio, lo aprendí de mi madre. Siempre he tenido la sensación de que los deseos de los demás, nuestras necesidades como hijos, por ejemplo, pasaban por delante de las suyas.

Después, me he dado cuenta de que se le repetían situaciones que le invitan a decir no. Una anécdota. En un viaje en grupo, en un buffet, una de sus compañeras, una señora a la que a penas conocía, le dijo a mi madre que se sirviera ensalada. Mi madre, que es toda dulzura y amabilidad, intentó declinar la invitación a tomar ensalada porque no le gusta el vinagre. Tras reiterados intentos, mi madre terminó tomando ensalada con vinagre para que la señora se quedara a gusto y la dejara tranquila. La señora pedía a voces un no rotundo.

En mi caso, por momentos, me dio la sensación de que dejaba de existir. El trabajo, los hijos, la casa, las responsabilidades que te caen sobre los hombros son tantas que llega un momento en el que te olvidas de quién eres. El equilibrio es necesario. Lograr tener voz, saber decir no, poner límites, ha sido un trabajo en el que el Reiki me ha ayudado mucho.

Es liberador expresar desde mi propia identidad, la real, la que se compone de mis propios deseos, aspiraciones, necesidades y sentimientos. Es un proceso largo el que se ha de trabajar y donde terapéuticamente ayudo también a otros a conseguirlo.

Al ser y expresar de forma genuina somos capaces de amar desde el compartir y no desde la dependencia afectiva, de ser reales, expresando lo que hay en nosotros de forma firme, respetuosa y amorosa. La versión que nace de esa depuración de máscaras es lo que de verdad somos. Y esa versión suele gustar a los demás porque es real. O quizá a unos sí y a otros menos y así tiene que ser. Finalmente, se queda en nuestra vida quien de verdad tiene que estar. Así es y así será.