¿JUEGAS CONMIGO?
El Reiki me reconectó con mi niño interior para dar rienda suelta a la creatividad
TEXTO DE ALFONSO SAN ROMÁN

Maestro de Reiki
El Reiki llegó a mí mediante esas señales que nos va dejando la vida en nuestro caminito. Así, entre aquellos pasos fui descubriendo como el Reiki tiene la maravillosa capacidad de ir sacando a la luz aspectos de nuestra vida que estaban escondidos, quitándoles el polvo del olvido y poniéndolos frente a nosotros con claridad, pero también con suavidad y dulzura. También pude descubrir el poder que nos transmite para, con paciencia e ilusión, poder llegar a la raíz de nuestros conflictos. Y una vez descubierto el origen, poder desbloquearlo e ir descubriendo en el día a día cuántas de las acciones diarias tenían relación con aquel bloqueo. Cuántas situaciones que antes te agotaban se tornan, así, de pronto, en situaciones de crecimiento, a veces de fluidez, facilidad e incluso disfrute.
Mi niño interior. ¿Qué será eso del niño interior?, me preguntaba yo. El Reiki ya había puesto frente a mis ojos el duelo por la muerte de mi madre, mi orfandad, y gracias a ello pude hacer consciente un sentimiento de abandono que me acompañaba de manera constante durante años sin poder apenas percibirlo. Tras un proceso de trabajo personal y mediante las herramientas que el Reiki nos ofrece, ya no preguntaba por aquel niño, sino más bien le nombraba y le afirmaba: Mi niño interior.
¡Claro que le conocía! Llevaba toda la vida conmigo, era una de las partes que me conforman. Una parte tan importante como bonita y delicada a la que en muchas ocasiones había estado excluyendo de mi ser y en la que tantas otras había incluido de manera esperpéntica, tratándole de maneras de las que yo mismo jamás aceptaría que se tratara a un niño ante mis ojos.
Llevo una buena parte de mi vida trabajando y vinculándome con niños, niñas y jóvenes. ¿Cómo era posible que todo lo que yo estaba ofreciendo de mi ser a aquellos chavales y chavalas, todo aquel amor, no fuera capaz de ofrecérselo al niño que yo llevaba dentro?
A partir de entonces comencé a jugar. A veces de manera consciente y, en otras ocasiones, me sorprendía a mí mismo zambullido en actividades más propias de niños en los momentos clandestinos que se dan en las horas de la siesta adulta. Algunas veces imaginaba situaciones cómicas en momentos solemnes, bailaba en la cocina, me exponía a situaciones divertidas incluyendo el juego en la realidad e incluso, por qué no decirlo, llevaba a mi niño interior cogidito de mi mano de manera simbólica y sin que se notase mucho, en ciertas situaciones en las que creía que iba a necesitar especialmente la ayuda de aquella parte de mi ser.
Y así es como llegué por fin a la escritura y a la guitarra: Un hacinamiento de cuadernos y canciones llenos de polvo a las que no quería mirar desde hacía años se posaron de pronto frente a mí. Con el paso del tiempo, la creatividad se había convertido en algo costoso, sufriente, carente de disfrute y de magia. Aquel niño interior había sido forzado a crear, obligado a inventar de las maneras más abruptas que os podéis imaginar durante un largo periodo de tiempo.
Cuál fue mi sorpresa que nada más acercarme a ellas, el sentimiento de facilidad y belleza fue inmenso. Por un lado, fui acariciando las canciones y pareciera que ellas solitas se pusieron en orden. Además, de pronto, surgieron de la nada personas maravillosas a mi alrededor, como si hubieran estado esperando a que yo estuviera preparado, para dar forma al disco que siempre soñé y que actualmente estamos grabando con todas aquellas canciones que ahora vuelven a brillar.
De la misma manera me acerqué a aquellos cuadernos que llevaba escribiendo desde mi adolescencia. Eran más de cuarenta y me parecían inabarcables. Durante el paso de los años, mi relación con ellos fue cambiando: Con los primeros cuadernos llegó el orgullo por su creación, con el aumento de los mismos pasé al apego y el consiguiente temor al deterioro o pérdida de tantos recuerdos y, de ahí, a la densidad de los mismos como una carga en mí que no me correspondía. Así, actualmente estoy en un maravilloso proceso de lectura consciente y, tras la misma, le agradezco con todo mi amor y lo arrojo al fuego de la chimenea. Uno por uno.
De hecho, justamente antes de ponerme con este escrito acabo de releer y quemar el último cuaderno de 2018, ¡ya queda menos! Aún huele a papel quemado y allí mi niño interior y yo cogidos de la mano y sonriendo, seguimos aún sentados a la luz del fuego de la chimenea.