LA RELACIÓN ENTRE EMOCIONES Y ALIMENTACIÓN

TEXTO DE DANIELA NARANJO PUENTE

Terapeuta y Maestra de Reiki

Investigaciones recientes demuestran que el intestino recibe información antes que las neuronas, por eso tendemos a comer más o menos según nuestras emociones, las cuales están directamente ligadas al estómago. No es casualidad que cuando nos encontramos ansiosos, exista una tendencia a comer ultra procesados y grasas. Cuando estamos tristes, hay una inclinación al dulce y al azúcar. Por otro lado, el enojo y la irritación tienen relación con dosis de estimulantes como la cafeína o la teína. Pero cuando estamos felices, es cuando más tendemos a cuidar nuestra dieta y balancearla de manera sana, entonces podríamos decir que la alimentación sirve de refugio emocional. 

Hace unos años, tuve una temporada donde todo lo que comía me caía mal. Comencé a separar los grupos alimenticios para ver si estaba presentando intolerancias a la lactosa, al picante, a los fritos y demás. Pero por más que dejaba de lado las comidas que podrían generarme reacciones negativas, no dejaba de ver que mi cuerpo rechazaba el alimento. Tanto somatizaba las emociones en mi cuerpo que fui enfermando, al punto de acudir de manera habitual a médicos y especialistas gastroenterólogos. Lo extraño es que ellos tampoco daban con la tecla sobre mi caso, me hacían exámenes, colonoscopias y me enviaban dietas restrictivas sin tener ninguna respuesta. Creían que se trataba de un caso de colon irritable, sin estar muy seguros de ello, y la última médica que me atendió me dijo que seguramente la raíz era emocional. Me dijo que los exámenes daban que todo estaba en orden entonces la causa no era física. Me parecía demasiado que una médica me dijera esto, ¿cómo iba a ser que mis emociones lograran descomponerme al punto de enviarme al hospital cada tanto? 

PONIENDO REMEDIO

Así que comencé a llevar un diario de emociones, donde podía identificar cada vez que me sentía mal del estómago, me ponía a revisar lo que me había sucedido en las últimas 24 horas. Y comencé a identificar que las situaciones que más me generaban malestar en mi cuerpo era cuando me tragaba las emociones. Por evitar conflictos y enfrentamientos, me callaba y me guardaba todo dentro. La consecuencia de ello fue que me enfermaba no solo alimentos puntuales, sino que ya cada vez me sentía prevenida e incómoda de tener que comer, y como consecuencia comencé a hacer muchos ayunos intermitentes y a volverme más obsesiva con la comida. 

Una cosa es identificar el motivo del malestar, pero el tema era ¿cómo lo podía cambiar? Gracias al Reiki, tanto con terapias como con autotratamientos, pude poner en paz esos miedos de hablar de mis emociones y lo que me hacía sentir incómoda, sin necesidad de tener un conflicto por ello. Pude comenzar a hablar de forma tranquila sobre los temas que afectaban y poco a poco empecé a mejorar. Tanto así que físicamente no he vuelto a tener reacciones negativas a la comida, y pude volver a comer de todo sin problema, incluso picante. Ahora puedo balancear mi comida sin tener que estar pensando en las restricciones. 

El Reiki nos ayuda a ver nuestras emociones sin miedo, identificar patrones que repetimos y hacer conscientes nuestros comportamientos. De esta manera, es una herramienta que nos ayuda a liberarnos de esa prisión autogenerada en la que muchas veces nos metemos solos. Así que esta es una invitación a explorar la relación emocional que tenemos con la comida, y que podemos cambiar el enfoque siempre que nos pongamos en primer lugar desde el amor propio y el auto conocimiento.