TEXTO DE DANIELA NARANJO PUENTE

Terapeuta y Maestra de Reiki

Muchas veces me cuestionaba sobre la ironía de la vida en mi camino laboral, al elegir la carrera que quería estudiar. De pequeña era bastante tímida, tanto que mis familiares me decían si “se me habían comido la lengua los ratones”, como se dice en Colombia. Me costaba verbalizar y solo asentía o negaba con la cabeza. Para sorpresa de muchos, cuando tuve que tomar la decisión en la adolescencia de elegir una carrera, dije que quería estudiar Comunicación Audiovisual. ¿Pero cómo podía alguien a quien le costaba modular un simple sí o no, irse por el camino de la expresión? 

Luego de muchos años de auto descubrimiento y trabajo personal, pude ver que era mi Yo Superior quien me estaba guiando por este camino, para explorar mi comunicación con el mundo, sacar todo lo que tenía dentro era clave. De niña crecí en dos casas al tener padres divorciados… bueno incluso tres si contamos la de mi abuela que era terreno común. Cada uno tenía su vida que no quería compartir con el otro, así que lo que aprendí fue a “no decir nada” en las otras casas. Al ser silenciada, aprendí incluso que, en momentos de situaciones muy complejas y traumáticas, no debía hablar de ello. Esto me cobró factura en mi adultez, en especial en mis relaciones de pareja. Era una chica que debía complacer a los demás sin ningún pero. Esa falta de límites y de expresar lo que yo quería y sentía, se empezó a convertir en un nudo en la garganta que cada vez era más fuerte. Para no generar problemas en ninguna de las casas, callaba y me lo tragaba todo. Tenía una gran presión por ser la niña buena, juiciosa, correcta, buena estudiante, organizada, de la quien la familia se enorgullecía en señalar esas cualidades… claro, porque no decía nada y me volvía invisible. 

Además de tener el reconocimiento de los demás por ser tan callada me hacía sentir que ese era uno de mis grandes valores. Era como que ser “bien educada” por no contar lo que sucedía en casa, me hacía ganar puntos extras, de buena hija y buena chica. Fue casi hasta los 27 años cuando pude comenzar a contar todo lo que me había sucedido de niña, primero en terapia y luego pude hablarlo abiertamente con mis amigos y pareja. Eventos traumáticos me causaron un shock tan fuerte, que se sentía tal cual, como si me hubiesen cortado la lengua, así como me decían mis tíos de pequeña. Esas emociones fuertes que prefería minimizar también tenían una razón de ser. Al callar, estaba protegiendo a mis seres queridos  del dolor que podría causarles saber ciertas situaciones. Así que en el fondo lo hacía por querer salvarlos del dolor y del sufrimiento. 



EL REIKI COMO HERRAMIENTA DE EXPRESIÓN

Con el Reiki, pude hacer conscientes las causas de mis bloqueos, tanto en la garganta con la expresión verbal, como a nivel corporal; me sentía tiesa sin poderme mover libremente y me costaba relajarme en grupos de personas, como estar en una alerta constante. También pude comenzar a identificar ciertos patrones que estaba perpetuando, el rol de salvadora era a costa de mi propio bienestar. Y cuando pude verlo de frente lo pude poner en paz y trascender, tanto así que aprendí que poner límites es la clave de todo. Al poder expresar mi voluntad, lo que yo quiero y lo que no, al expresar mi sentir y marcar el límite de lo que no permito. Entonces las cosas cambiaron y mucho, por el hecho de revisar mis prioridades. El Reiki me ayudó a poner en valor mi expresión, verlo desde una perspectiva importante: al expresarme me pongo en valor a mí misma, y sé que la prioridad soy yo. 

Este era un camino que mi Yo Superior ya había marcado y ahora el Reiki me ayudó a identificarlo. Han sido años donde me he visto a prueba, de salir de mi zona de confort para tener que hablar ante equipos de trabajo de cientos de personas. No fue gratuita esa elección, ni coincidencia, desde que elegí mi carrera como Comunicadora. Era algo que tenía que poner a prueba en mí misma y ver que mi valor no era quedarme callada, no era pasar desapercibida para no llamar la atención con mis problemas. Por el contrario, al hablarlo y poderlo compartir con los demás me he sentido mejor que nunca. Ahora no solamente trabajo con equipos de personas y me siento más extrovertida, sino que incluso he superado mis mayores miedos. Por un lado, he recuperado la escritura como una herramienta muy liberadora, y por otro, el hecho de hablar en público. En los Congresos de Reiki he podido contar mi historia, compartirla con los demás y me ha ayudado a ver que como terapeuta es hermoso poder conectar con historias de vida similares. Gracias al Reiki he aprendido que mi voz es única y merece ser escuchada.